POLÉMICAS MATRIMONIALES: CARDENAL MARX
Polémicas matrimoniales (XXIII): el cardenal Marx nos da una alegría
Hace dos o tres días, se hicieron públicas unas declaraciones del cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana muy breves pero no por ello menos interesantes. Además de señalar que en cuestiones de atención pastoral, “el Sínodo no puede prescribir en detalle lo que tenemos que hacer en Alemania”, también afirmó que:
“No somos sólo una filial de Roma. Cada Conferencia Episcopal es responsable de la pastoral en su cultura y tiene como deber anunciar el Evangelio a su manera. No podemos esperar hasta que un sínodo diga cómo debemos abordar aquí la pastoral familiar y matrimonial”.
Quizá sea comprensible que el cardenal Marx, como presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, hable así por aquello de hacer patria, pero conviene que indiquemos que lo que dice, con todo el respeto a la púrpura cardenalicia, es muy matizable.
En primer lugar, aunque las diócesis alemanas no sean una “filial de Roma”, sí que son “filiales” de la única Iglesia Católica, porque “la Iglesia una y única según los Padres precede la creación, y da a luz a las Iglesias particulares como hijas, se expresa en ellas, es madre y no producto de las Iglesias particulares” (Carta Communionis notio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, N.9, 1992). Recordemos que “hija” se dice en latín, precisamente, “filia”.
En ese sentido, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el cardenal Ratzinger, ya señaló con total claridad la primacía ontológica y temporal de la Iglesia universal sobre las Iglesias locales (cf. Carta Communionis notio) y San Juan Pablo II recordó que “la Iglesia universal no puede ser concebida como la suma de las Iglesias particulares ni como una federación de Iglesias particulares” (Discurso a los Obispos de los Estados Unidos de América, 16 de septiembre de 1987).
Esa primacía de la Iglesia universal está directamente vinculada a una de las notas esenciales de la Iglesia proclamadas en el credo: la unidad. Sería inconcebible que, como pretenden aparentemente ciertos obispos alemanes, en algunas partes de la Iglesia se mantuviera la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio y, en otras, por “razones pastorales” se admitieran “segundos (o terceros o séptimos) matrimonios”. Toda la palabrería sobre pastoral no puede encubrir el hecho de que la unidad fundamental de la Iglesia se quebraría en una situación así (al igual que su santidad, catolicidad y apostolicidad, claro) en lo referente a esas partes de la Iglesia.
Como consecuencia, garantía y signo visible de esa primacía, existe el ministerio papal del obispo de Roma:
“El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles “(LG 23). “El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad” (LG 22; cf. CD 2. 9)” (Catecismo de la Iglesia Católica 882).
Esa potestad papal es “suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las almas” (Decreto Christus Dóminus del Concilio Vaticano II, N. 2). El hecho de que su potestad sea inmediata quiere decir que se ejerce sobre cualquier fiel de la Iglesia, esté en la diócesis en que esté, sin necesidad de que su obispo le “traduzca” lo que enseña o manda el Papa. Así pues, aunque el párrafo del cardenal Marx parezca sugerirlo, no es cierto que la pastoral de una diócesis sea competencia exclusiva de su obispo (y menos aún de la conferencia episcopal del país en cuestión). El Papa es “Pastor de toda la Iglesia” y tiene potestad doctrinal y pastoral inmediata sobre todos los fieles de la Iglesia (incluidos los obispos).
Llama la atención, en el mal sentido, la afirmación del cardenal Marx sobre “esperar hasta que un sínodo diga cómo debemos abordar aquí la pastoral familiar y matrimonial”, porque, en relación con el tema de la pastoral de los divorciados, ya se celebró un sínodo en 1980 que condenó las tesis alemanas. Y los obispos alemanes no hicieron ni caso, como reconoció el propio cardenal Marx hace unos meses. El Papa San Juan Pablo II condenó de nuevo esas tesis en su exhortación apostólica postsinodal Familiaris Consortio, en ejercicio de su potestad inmediata sobre toda la Iglesia. Y los obispos alemanes se mantuvieron en sus trece, como muestran sus declaraciones actuales. La Congregación para la Doctrina de la Fe dedicó un documento al tema, pero, aparentemente dio igual. Después de otro sínodo en 2005, el Papa Benedicto XVI volvió a condenar la postura alemana (cf. Sacramentum Caritatis N.29). Creo que es evidente, que no se trata de esperar o no al sínodo, sino de que la Conferencia Episcopal Alemana, o al menos algunos de sus miembros, quieren seguir haciendo lo que les dé la gana, al margen de la Iglesia y por la vía de los hechos consumados.
Curiosamente, para que una norma o decisión de la Conferencia Episcopal sea obligatoria para los obispos miembros de la misma, “es necesaria la intervención de la autoridad suprema de la Iglesia que mediante ley universal o mandato especial confía determinadas cuestiones a la deliberación de la Conferencia Episcopal” (Motu proprio Apostolos Suos de Juan Pablo II de 1998, N. 20). Por lo tanto, más allá de la autoridad de cada obispo sobre su diócesis, las Conferencias no tienen otra autoridad que la que les confiera Roma. Por dar un ejemplo sobre la marcha, sin relación alguna con lo anterior, podríamos decir que las Conferencias Episcopales en esto se parecen a las filiales, cuyos dirigentes tienen la autoridad que les concede la empresa matriz.
En general, las Conferencias Episcopales son algo poco importante en la Iglesia, fundamentalmente una ayuda práctica para los obispos que participan en ellas y que, en algunas cosas, actúan de forma más eficaz conjuntamente, pero no mucho más. “No debe olvidarse el hecho esencial de que las Conferencias Episcopales con sus comisiones y oficios existen para ayudar a los Obispos y no para sustituirlos.” (Motu proprio Apostolos Suos de Juan Pablo II de 1998, N. 18). De hecho, no son de derecho divino y no tienen entidad teológica propia, más allá de ser un ejercicio de la colegialidad episcopal. Así pues, es muy curioso que el cardenal Marx oponga Conferencia Episcopal y Sínodo, porque ambos son expresión de la misma colegialidad episcopal. ¿Qué significa la palabra synodon sino “caminar juntos"? Un sínodo se celebra, precisamente, para concretar en ciertos asuntos “un camino” por el cual puedan caminar juntos todos los obispos con sus fieles, en una unidad que no sólo es geográfica, sino que también abarca al pasado y al futuro de la Iglesia.
¿En qué sentido van a tener autoridad una conferencia episcopal y su presidente si no la tiene un sínodo presidido por el Papa? Claro que, si recordamos que los obispos alemanes llevan veinte años haciendo caso omiso de lo que San Juan Pablo II enseñó en su exhortación posterior al último sínodo de la familia, no es de extrañar que ahora defiendan la preeminencia de las conferencias episcopales. O, mejor dicho, de la suya, que para eso es alemana y, por lo tanto, mejor que las demás.
Las afirmaciones del cardenal Marx, al final, parecen ser una forma más sutil de decir lo mismo que ya dijo el cardenal Kasper sobre los obispos africanos (si bien luego negó haberlo dicho a pesar de que su afirmación estaba grabada): “No nos deben decir lo que tenemos que hacer”. Es decir, la idea de que lo que sucede en Alemania en cuanto a la pastoral es asunto de los obispos locales y de nadie más.
No es eso, sin embargo, lo que enseña la Iglesia:
“Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias: “Aunque cada obispo es pastor sagrado sólo de la grey que le ha sido confiada, sin embargo, en cuanto legítimo sucesor de los Apóstoles por institución divina y por el mandato de la función apostólica, se hace corresponsable de toda la Iglesia, junto con los demás obispos” (Pío XII, Enc. Fidei donum, 11; cf LG 23; CD 4,36-37; AG 5.6.38)” (Catecismo de la Iglesia Católica 1560).
Los obispos africanos (y cualquier otro obispo católico en comunión de fe y caridad con el Papa) tienen el derecho y el deber de preocuparse por todas las Iglesias locales del mundo, por la “común solicitud del colegio episcopal hacia la Iglesia universal” (Catecismo de la Iglesia Católica 879).
Por otro lado (es triste tener que recordar esto), la ley natural es la misma en Alemania y en Tombuctú. Y la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio y, por lo tanto, de la nulidad y la pecaminosidad intrínseca de cualquier unión posterior en vida de los cónyuges, es cuestión de ley natural. No tiene ningún sentido que los obispos alemanes pretendan dar una respuesta diferente a los divorciados en una nueva unión que los obispos senegaleses, por ejemplo. Es más, pretender eso, en realidad, equivale a afirmar que es distinta la ley natural para unos y para otros y, en consecuencia, que unos y otros no son seres humanos en el mismo sentido.
Precisamente en su motu proprio dedicado a las Conferencias Episcopales, Juan Pablo II señaló que “todos los Obispos deben promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común a toda la Iglesia, así como favorecer toda actividad común de la Iglesia, especialmente procurando que la fe crezca y la luz de la verdad plena brille para todos los hombres” (Motu proprio Apostolos Suos de Juan Pablo II de 1998, N. 11). Resaltemos que, según la enseñanza de Juan Pablo II, los obispos tienen la obligación no sólo de defender la unidad de fe de la Iglesia, como afirma el cardenal Marx, sino también la disciplina común a toda la Iglesia, de manera que, incluso si no fuera materia de fe (que lo es), los obispos alemanes estarían obligados a promover y defender la disciplina de la Iglesia en relación con los divorciados en una nueva unión. Por eso resulta tan escandalosa su actitud.
Después de tantas cosas que había que matizar con respecto a las pocas líneas de las declaraciones del cardenal Marx, quizá resulte extraño que el título del artículo diga “El cardenal Marx nos da una alegría”. La causa de esta alegría es muy sencilla: las declaraciones del cardenal muestran que los partidarios del “divorcio católico” parecen encontrarse en retirada. Por alguna razón, ha cambiado su percepción del sínodo.
El año pasado, los que pretendían el imposible de “regularizar” la situación de las parejas que viven en adulterio, incluidos algunos cardenales y obispos, estaban encantados con el sínodo. Parecía que, teniendo como aliados la fuerza de la modernidad y un secretario del sínodo no precisamente imparcial, la partida estaba ganada de antemano y el sínodo proclamaría sin dificultad la nueva era de misericordia en la que, por fin, se vencería el pecado del adulterio gracias a la sencilla solución de dejar de considerarlo un pecado e igualarlo al matrimonio, haciéndolo compatible con la comunión eucarística.
Ahora, sin embargo, se curan en salud, dando a entender que no importa nada lo que diga el sínodo, porque ellos van a hacer lo que quieran. Creo que esto podría ser una buena noticia, puesto que muestra que ya no están tan seguros de ganar. Tienen miedo de que el resultado no sea el esperado. Quizá la actitud firme en la fe de algunos cardenales y obispos les haya mostrado que no es tan fácil doblegar a la ortodoxia. O quizá la cuaresma les haya hecho recordar aquello de “cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (que, junto con aquello otro de “cualquiera que repudia a su esposa y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio”, tiene unas consecuencias bastante claras). En cualquier caso, parece que ya no están tan seguros de sí mismos, rumores de derrota comienzan a extenderse por sus filas, sus portaestandartes vacilan y su infantería mira con nerviosismo hacia atrás. Hacen bien en dudar.
Fuente: InfoCatólica